No, no, no. El virus no es ético.
El virus no diferencia si te consideras alguien espiritual, materialista, buena o mala persona. No distingue si tienes buenos o malos pensamientos. No te lo “agarras” en función de si meditas, rezas o te dedicas a la joda o al crimen.
El virus no discrimina a su portador por cuestiones simbólicas.
Hay una pandemia viral y es un hecho, aunque el miedo impida a algunos aceptarlo y se desplieguen todos los mecanismos renegadores para dar la ilusión de estar a salvo mágicamente.
Generalizar y plantearle al público que las defensas bajan o suben, que se va a enfermar o no, a partir de sus sentimientos o hábitos psíquicos o espirituales es imprudente y peligro. Se trata de una explicación sin fundamento. Al margen de que, nuestra vida anímica no necesariamente se puede gobernar a voluntad y una gran parte de ella permanece absolutamente inconsciente y desconocida para nosotros, aunque produzca poderosos efectos sobre cada quien.
Es cierto que de manera individual el cuerpo, en su dimensión orgánica, está relacionado con el estado anímico de la persona, pero una cosa es dar cuenta de articulaciones (que aún al día de hoy no pueden comprobarse ni fundarse con precisión) y otra muy distinta establecer una relación causal.
Es totalmente infundado argumentar que, si uno no tiene miedo, reza, medita o se “ilumina” va a estar a salvo de enfermar. Estamos en el territorio de la creencia mágica, del pensamiento medieval, o sencillamente ante un desbocado síntoma maníaco. Si no tener miedo o sentirse “iluminado” fuera la mejor vacuna, para este virus o cualquier otra enfermedad, bastaría con tomar estimulantes o drogas supresoras del miedo que te hagan sentir invulnerable. Claro que podrías sentirte así, aunque eso no va a evitar que la pared se vuelva blanda.

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