Esta frase me permite reflexionar sobre un tema tan vasto como la felicidad, Sobre ella se han expresado la filosofía, las distintas religiones, la psicología y los místicos, entre otras muchas y valiosas voces. En estas breves líneas, no pretendo, ni puedo, agotar el tema, tan solo proponernos pensar sobre, lo que juzgo como cierta tendencia actual. Esta tendencia la observo expresada en una especie de “urgencia por la felicidad”, por lograrlo todo, sin premuras, sin riesgos y sin incomodidades. Esta tendencia se presenta como un impulso, como un deber, casi un mandato: “debes ser feliz” y “ahora”.
No es que este mal o sea impropio querer la felicidad y obrar para alcanzarla,
claro que no. No se trata de una apología a la melancolía. El problema es
cuando la felicidad, la plenitud, se vuelven un mandato, cuando sentimos que la
noble aspiración humana al bienestar se ha vuelto un imperativo, una carga. No importa cómo, en ese mismo momento, cuando la
felicidad y el bienestar se tornan un deber y una exigencia, es cuando esa
búsqueda empieza a sernos fatigosa, en ese momento es cuando paradójicamente
nos alejamos de ese estado, ese agalma se nos torna elusivo, y pienso: ¿no será
que estamos considerando a la felicidad como un objeto?, ¿Cómo si fuera un llamativo
collar que adquirimos y podemos portar?, ¿como algo que podemos consumir o
comprar? Así; este imperativo transformado en una carga, finalmente lejos de acercarnos a ese
estado de dicha nos aleja de él, nos estresa, nos vuelve taciturnos, amargados
o nos frustra y resiente de impaciencia. Y me pregunto ¿en todo caso, no será
que la felicidad no es tanto un objeto a conseguir, como un estado del alma? Al
considerar a la felicidad como un objeto, estamos enfrentados a la dualidad
poseer-perder, ganar-fracasar. Desde esa perspectiva, estamos en una actitud “combativa”,
pelándonos con todo aquello que suponemos nos aleja de la plenitud. Nos
tornamos descorteces con lo que nos pasa y con nuestros estados de ánimo. No
permitimos los matices y las sombras que son también experiencias importantes
para el alma. Nos obligamos a estar “pum para arriba”, despreciamos el devenir
que nos propone el día a día para cumplir, para llegar, para consumir, esa
prometida y exigida felicidad. Pero tal vez la dicha, la felicidad, acaso sea
más una síntesis entre la posibilidad de poseer y la posibilidad de soltar, un
encuentro entre la alegría por lo que es y la reconciliación con lo que no es, un
estado paradójicamente que tiene mucho que ver con la aceptación del vacío. La
felicidad, la plenitud, tal vez entonces, nos acaezca cuando soltamos el
resultado, cuando podemos estar en paz con lo que es y con lo que hacemos, cuando
podemos aceptar incondicionalmente quienes somos, nuestra circunstancia y a los
otros tanto en lo que tienen de luz como de sombra.
Como vemos, es
algo que nadie nos puede imponer, algo que no nos podemos obligar, es algo que
tan solo nos sucede, o nos va sucediendo, o mejor aun, cuando permitimos que
nos ocurra. Y tal vez, nos suceda en el mismo momento en que nos
permitimos soltar la compulsión a ese imperativo, y simplemente nos dejamos ser..®